Mikel Santiago debutó hace años con La última noche en Tremore Beach, y desde entonces, ha conseguido labrarse un nombre dentro de la literatura, a pesar de que él mismo se define como un novato. Los lectores los aclaman y con El mentiroso, su última novela, ha conseguido demostrar que ni siquiera el coronavirus ha podido
¿Hasta qué punto la mentira forma un papel fundamental en nuestras vidas?
Forma un papel totalmente fundamental en nuestras vidas. Todos inventamos la realidad, la contamos de manera asumible. En este libro, en la historia de El mentiroso, el tema central hasta cierto punto, se basa en que es mejor no enfrentarse a la realidad. Como en otros aspectos de la vida, es mejor dejarla tapada, porque hablar de ciertas cosas puede descoyuntar tanto el orden de las cosas que puede llevar a consecuencias impredecibles. Lo que pasa en la historia de Álex es eso. Hay un montón de secretos que están encajados y bien ocultos desde hace muchos años. Él, a través de la mentira, va a intentar conocer la verdad. Va a empezar a destapar secretos, y lo que empieza a pasar es que se mezclan vapores y se comienza a acumular un gas venenoso que al final explota.
¿Crees que los seres humanos mentimos mucho por naturaleza?
El ser humano por naturaleza lo remodela todo, por eso existen las historias. Muchas veces la gente no se para a preguntarse por qué seguimos consumiendo historias desde hace años, y los escritores, existencialmente, a veces nos preguntamos porqué escribimos, y la respuesta nunca es del todo práctica ni económica. Es una pregunta difícil. Hay gente que escribe y no gana dinero con ello, otros lo pasan fatal. Escribir es una necesidad humana. Es una necesidad casi orgánica, terapéutica de reorganizar la vida, de reorganizar la realidad. De contar o amoldar la realidad de una manera en la que la podamos sobrevivir.
El nombre de uno de los personajes, Félix Arkarazo, está basado en un nombre real. Es inevitable por ello preguntarte qué tiene este libro de personal…
Félix es mí vecino. Yo desde 2014 vivo escribiendo. Esta expresión se la escuché a Álvaro Arbina, y me gustó mucho. Cuando vives escribiendo, al final se transforma en un estilo de vida, y lo que vas haciendo es ir pillando todo, lo vas masticando y lo vas guardando. Yo diariamente voy guardando cosas que pasan, y serán buenos candidatos, seguramente, para la novela que estoy escribiendo ahora mismo. Cuando yo escribo una novela, tengo mi trama, mi personaje…pero mi vida personal sigue ahí, y va desde tener un vecino que se llama Félix Arkarazo, cuyo nombre me gusta, me parece musical, a que en tu familia haya una persona enferma, que tengas un hijo, que un amigo te cuente una historia terrible… la escritura, como decía antes, es una forma de reorganizar la realidad, de ir a terapia todos los días, y cuando voy a escribir, si alguien ha muerto y me ha llamado la atención, o si alguien me cuenta que un amigo está en la cárcel, pues al final todas esas cosas las termino vomitando en los libros. Cuando escribo me parecen historias muy auténticas, muy verosímiles. ¿qué hay de personal? Pues todo. Mis novelas son casi un diario. Si coges mis novelas desde 2014, te puedo señalar cantidad de cosas que son de mi vida.
Pero solo tú y los que te conocen saben lo que es verdad en tus novelas…
Claro. Eso es. En el resto, yo cuento mi mentira. (se ríe).
¿Cuál es el factor clave para lograr mantener en vilo al lector como pasa en El mentiroso?
Lo primero es el oficio. Saber que es una historia, de que se compone. Al principio cuando empiezas es algo intuitivo. También has leído muchos libros y has ido encontrando patrones que se repiten y te dejas guiar un poco por lo que has visto. Copias. Empiezas así. Después, cuando te dedicas a esto, empiezas a ver entresijos más sofisticados y empiezas a ver el porqué de las cosas. Yo estoy empezando, porque me considero un novato, pero ya empiezo a ver cosas más sofisticadas en el arte de escribir. Creo que ya hay cosas que voy dominando. Elegir un buen personaje de entrada es fundamental para mí. Un personaje al que la gente quiera seguir. Darle al lector un personaje con el que le apetezca sentarse a escuchar su historia. También hay muchos recursos de forma, estructurales, de pregunta respuesta, la recompensa o trabajar entre la curiosidad y la tensión.
«Los libros se están convirtiendo en los pocos reductos en los que se puede hablar de cosas espirituales que todos necesitamos»
Para mí escribir es un reto multidimensional. Creo que nada se puede desligar de lo otro. Si no tengo las dos cosas no puedo empezar. Por ejemplo, esta primera escena en la que el tipo se despierta con un muerto al lado, la tenía escrita desde 2015 en una notita, y la probé varias veces con diferentes personajes. Se te tiene que aparecer la Virgen, básicamente, y después tienes que trabajar con tres elementos que para mí son importantes: la estructura, el tono y la trama, y además de forma paralela. Por eso, para mí es tan difícil este trabajo, porque es un trabajo en el que es muy fácil bloquearse y encontrar escollos.
Tu novela, además de ser un thriller, habla del amor, la mentira, la enfermedad, la pérdida… ¿dirías que en el fondo tu novela es un análisis de la vida?
Todas las novelas deben intentar eso. Al menos las que me gustan a mí. Esto es como servir un plato. Tienes que ser nutritivo y chispeante a la vez (risas). Una buena historia debe ser nutritiva y debe tener un buen fondo, que es difícil de construir. Yo quiero tocar todos los temas e ir reflexionando sobre varios temas. En el caso de El mentiroso, está el tema de la mentira, el enfrentarse al tema de la pérdida en muchos sentidos: la madre, el abuelo enfermo… los libros se están convirtiendo en los pocos reductos en los que se puede hablar de cosas espirituales que todos necesitamos. Te puede permitir tocar temas incómodos que muchas veces en el cine o en las series no se quieren tocar. La literatura se está convirtiendo en un refugio para ciertos temas, que son inaccesibles, porque ¡como nadie lee! (se ríe) pues cuando tienes una persona que se ha leído 100 páginas tuyas, le puedes contar casi cualquier cosa.
Ya que lo mencionas, ¿por qué crees que la gente cada vez lee menos?
En España se lee muy poco, pero se leerá más. Ojalá. Yo soy un progresista convencido. Hay muy poca base lectora. Quizá el mundo de la educación se tendría que replantear un poco la manera de atraer a la gente a la lectura. Leer los clásicos no sé si es un favor o una pesadilla a veces. En otros países como Francia, cada vez se lee más, pero en otros países como EEUU cada vez se lee menos. También son épocas. Vivimos en una revolución tecnológica y también tiene efectos en la sociedad, y ahora mismo la gente lo quiere todo ya, sin pausas.
Hablando de tecnología, como escritor ¿qué opinión te merece el mundo de los audiolibros, cada vez más en auge?
Estoy muy a favor. Si algo funciona como formato y el objetivo es contar una historia o escucharla, no hay que ponerle puertas al campo. La gente lo que quiere es consumir historias. Da igual como. Lo que sí que es cierto es que a mí no me han enganchado. Para mí el ritual de leer y no hacer nada más tiene muchísimo valor, y además, cuando te acostumbras a hacerlo es como el deporte. Por eso durante esta crisis el libro no se ha visto tan tocado a nivel de números, porque nadie se ha quitado su libro. Estamos en un mundo parecido al de la radio. Igual no tiene mucha audiencia, pero es de calidad.
En qué momento de tu vida te habría gustado sufrir la amnesia que sufre Álex en la novela?
Buena pregunta. No lo sé. Creo que cuando escribo siempre hay una razón oculta. A veces la descubro y otras no. Últimamente le estoy dando mucho a la amnesia. Estoy escribiendo algo que también tiene algo de amnesia de por medio y me estoy preguntando si esto tiene que ver algo conmigo, si me estoy queriendo decir algo a mí mismo, o si estoy reflexionando sobre el olvido. En la novela hay un simbolismo con las perdidas familiares que a mí me han sucedido. A veces tengo la impresión de que hemos vivido muchas vidas dentro de nuestra propia vida, y yo tengo la impresión de haber vivido como tres o cuatro, y todo a través de la muerte y la creación.
En El mentiroso también hablas precisamente del olvido, del Alzheimer, a través de Jon, el abuelo de Álex. ¿Cómo tratamos a nuestros mayores? ¿Cómo los hemos tratado durante el confinamiento por el Covid-19?
Pues mal. A los mayores se los trata mal en general. Es una desgracia, pero es así. No quiero decir que siempre se haga. Yo me he sentido mal, y eso que yo he cuidado a mis padres todo lo que he podido, pero al final te terminas enfrentando a sentimientos contradictorios muy grandes con ellos, porque te lo han dado todo, pero también es cierto que tú tienes que seguir atendiendo tu vida. Es una gran contradicción. En el tema del Alzheimer, lo sufrí con mi abuela. Con 13 años me tocó verla degradarse y aquello me hizo reflexionar mucho sobre la vejez. Sobre lo injusta que es la vida. Como llegues a una edad y no te mueras de repente, al final te conviertes en un estorbo. Jon, en la novela, tiene su propia reflexión sobre vivir, sobre durar. Tiene sus pequeñas tendencias suicidas. Y todo han sido reflexiones que yo me hago sobre la vida.
¿Cómo has vivido el confinamiento? ¿Has sido del bando de hundirte o del de reflexionar y plantearte la vida de otro modo a raíz del coronavirus?
Primero vino el sentimiento de irrealidad e incertidumbre. Después me hice fuerte, como creo que le pasó a casi todo el mundo, y empezamos que si aerobic, que si Skype, el bingo on-line con la familia…después caí en la depresión (se ríe). Aquí en Bilbao cuando pudimos salir fue como ver a Buda. Para mí fue maravilloso el primer día que pude salir a pasear. Empecé mil cursillos que no terminé, y no escribí nada. Me tocó corregir El mentiroso que, aunque es laborioso, no es un trabajo creativo. Después todo se empezó a degradar.
Yo tengo una nena y vivo en un piso. Al principio intentaba mantener la disciplina, los horarios, pero se hacía muy difícil. Ojalá no nos pase otra vez. Y si nos pasa, que dure poco. Me pareció insoportable. Yo tengo unos balconcitos que no los había usado nunca, y bueno, me compré una mesa y unas sillas, ponía una vela por las noches. ¡Qué hubiera sido de mí sin mi balconcito! Y los de enfrente no tienen, y me miraban con unas caras… (se ríe).
Durante el confinamiento casi podríamos decir que el mundo de la cultura nos salvó. Todos leímos libros, vimos películas, series. Sin embargo, en cuanto pudimos salir, casi lo primero que se cerraban eran precisamente los teatros, las librerías, los cines… no se ha tratado muy bien al mundo de la cultura que tanto nos dio durante el confinamiento…
Desde el punto de vista de los libros no ha sido tan duro porque existe internet. La venta online. Yo intento desgranar la paja del grano, pero en España, mande quien mande, hay un rollo de a lo bruto muchas veces. En el caso de las artes escénicas no ha habido nada de sensibilidad. Yo todavía estoy esperando el estatuto de artistas, para no tener que seguir en Hacienda como ceramista, porque es surrealista. Es una falta de sensibilidad muy grande. No entiendo porqué no se dedica tiempo para las personas que nos dedicamos a lo artístico para ponernos en nuestro lugar. Un poco de orden. Yo he sido autónomo en Países Bajos y en Irlanda y puedo comparar, y me doy cuenta de que es una cuestión de dedicarle tiempo y cariño. No puedes tratar a un novelista como un ceramista, porque no tiene nada que ver.
Has mencionado que estás escribiendo una novela. ¿Podrías adelantar alguna idea a los lectores?
Sí. Va a ser el mejor libro de 2021 (se ríe). Voy a repetir el escenario, aunque también te digo que yo soy capaz de tirar esta novela a la basura. La historia se desarrolla en Ilumbe también. No repite personaje, pero hago muchos cameos. Es un proyecto que tengo, el de crear un hilo conductor de varias historias que ocurren en Ilumbe. A mí no se me dan bien las sagas, así que he decidido que el hilo conductor va a ser el escenario.