Mercedes de Vega siempre se
ha considerado una gran lectora. Se inició en la lectura a través de los ojos
de Camús, Rilke o Nietzsche. Comenzó a escribir hace más de 10 años y en 2015
publicó con gran éxito Cuando estábamos
vivos. Ahora publica Todas las
familias felices, la última parte de su bilogía familiar.
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Usted
comenzó a escribir hace poco tiempo. ¿Nunca es tarde para la literatura?
Empecé
a escribir en el año 2007 y fue de forma accidental: buscaba un taller de
escritura creativa para mi marido que deseaba escribir una novela, y me
encontré con algo que quizá de forma inconsciente yo buscaba para mí. El tiempo
pasa veloz y parece que fue ayer, aunque ya han pasado once años. Pero sí,
puedo decir que ha sido una vocación madura, y como lo suelen ser esas vocaciones:
una revelación.
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¿Cuál
es el mayor obstáculo al que se enfrentó cuando escribió su primera novela?
Publicarla.
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(C) Mercedes de Vega |
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¿Qué
nos puede contar de su última novela?
Hace
dos meses he terminado mi tercera novela. El trabajo has sido duro, pero
reconfortante, sobre todo porque he tenido la suerte de poder concluir Todas las familias felices, última parte
y final de mi bilogía familiar Cuadro
estábamos vivos. Sale el día 15 de
marzo, y estoy feliz y emocionada. Es una suerte que un trabajo que me ha costado
tantos años se vea publicado íntegramente.
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¿Qué
cree usted que debe ser, por encima de todo, el escritor?
Sincero,
consigo mismo y con sus lectores.
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¿Qué
es lo mejor y lo peor que le ha pasado desde que comenzó en el mundo literario?
Es
difícil polarizar mis experiencias como autora. Realmente no siento que me haya
ocurrido nada especialmente insatisfactorio, aunque tenga decenas relatos y una
novela concluida en un cajón, porque para mí, escribir es en sí mismo un
objetivo. Respecto a las cosas placenteras, éstas sí ha sido muchas y buenas,
por ejemplo: tener una agente literaria como Antonia Kerrigan, o una editorial
como Plaza & Janés que me publica con verdadera fe.
"El escritor canibaliza la realidad para convertirla en ficción y se ficciona así mismo para ser parte del relato".
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¿Cuál
es su escritor fetiche? ¿Por qué?
Tengo
muchos. Depende del momento y de mis sensaciones. Podría hablar de autores que
nunca me defraudan y que siempre encuentro en ellos distintas versiones de la
vida. Ahora, por ejemplo, estoy entusiasmada
con Pietro Citati; es mi autor del momento. Acabo de terminar La muerte de la mariposa, una biografía
sobre Zelda y Scott Fitzgerald, que es verdaderamente una delicia.
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Abandonó
el mundo de la empresa para dedicarse de lleno a la literatura. ¿Tuvo miedo de
fracasar?
No.
La palabra fracaso para mí no tiene sentido porque no busco el éxito, busco la
obra, el trabajo perfecto, lo sublime en el relato, y sé que es un objetivo imposible
al que no se llega jamás, porque el verdadero escritor nunca está satisfecho
con lo que escribe. Siempre está buscando. Yo me siento una buscadora. Y, mientras
uno busca lo mejor que hay en él, no puede sentirse fracasado. Es un camino que
no tiene atajos.
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Los
personajes que crea el escritor, ¿son siempre parte de él o de su entorno?
De
él y de su entorno. El escritor canibaliza la realidad para convertirla en
ficción y se ficciona así mismo para ser parte del relato, con los miles de camuflajes
que la técnica narrativa te ofrece.
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(C) Mercedes de Vega |
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¿Quién
o qué le inspira para escribir?
Siempre
me ha inspirado la buena lectura, que es la que me abre el hambre literaria. Y,
por supuesto, un impuso interior que desconozco dónde se origina. Creo que en
mi caso es un proceso complejo de necesidades.
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¿Cuál
es su libro y autor favorito?
Esa
pregunta no tiene respuesta, en mi caso. Le debo tanto a Poe como a Camus. Pero
si solo pudiera llevarme un libro a una isla perdida, me llevaría La Ilíada. Claro que, ya puestos, me
gustaría que esa isla fuese Ítaca.
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