martes, 12 de agosto de 2014

La balada del violín

El viejo violinista ha salido temprano. Las calles aún están vacías, y el viejo camina despacio. Los años ya empiezan a pasar factura. Tiene hambre, pero entre sus pertenencias no ha encontrado ni una sola moneda. Anoche se gastó lo último que le quedaba en dos cartones de vino y un poco de empanada.

Se sienta en la pequeña y roída silla que aún conserva de mejores tiempos y empieza a tocar. Sus dedos arrancan a las cuerdas una melodía triste, pero hermosa. No hace tanto tiempo la gente elegante se sentaba en sus butacas a escucharlo. En apenas días, las entradas se agotaban y sin embargo, ahora, mientras toca, sólo dos perros callejeros se han parado a escuchar su melodía.
Pone su sombrero en el suelo esperando que los viandantes se apiaden de él y le regalen algunas monedas para pasar el día. Pasadas dos horas, ya tiene suficiente para desayunar.

Guarda su violín en la funda y compra un par de cartones de vino, y mientras bebe, se acerca a un escaparate. Ve ropa elegante y bonita, la misma que hace unos años engalanaba su guardarropa y suspira con nostalgia.
Los que salen de la tienda le dedican una mirada lastimera y continúan su camino, sin saber que aquel hombre viejo y medio borracho, amenizaba sus veladas cuando iban al teatro. Ahora ya no lo recuerdan.

En pleno estado de embriaguez acierta a abrir el segundo cartón de vino y se acerca al escaparate de una pastelería. El dulce olor del pan y las tartas lo devuelven a su casa, junto a su mujer y sus hijos, y entre lágrimas, recuerda como celebraba su cumpleaños entre aplausos y risas cuando soplaba las velas. Ahora ellos se han marchado. Más bien, él se marchó de sus vidas hace años cuando el éxito empezó a esfumarse. Empezó a beber para poder olvidar que su cuenta corriente menguaba al igual que su consciencia.

Empieza a llover y las gotas de agua lo despiertan. Está empapado, pero lo único que le preocupa es que ya no le quedan monedas para comprar más vino. Esta noche no habrá cena, se dice así mismo.

Toma su violín e intenta resguardarse de la lluvia y el viento. Bajo una terraza se acurruca y comienza a tocar la canción que compuso el día que nació su primer hijo, y las lágrimas pasan desapercibidas por la lluvia. Una pareja que camina sonriente bajo el aguacero se para y escucha la hermosa melodía hasta el final, y el viejo ve caer en su sombrero un billete.

El violinista lo coge, lo besa y lo guarda en su abrigo para que no se moje. Sabe que esa noche se va a dar un festín. Compra todo el vino que le alcanza y, feliz, se lo va bebiendo poco a poco,saboreándolo, hasta que pierde la conciencia.

Esa noche soñó con ellos. Soñó que volvía a besar de nuevo a su esposa, a abrazar a sus hijos y llenar nuevamente auditorios. Aquella noche,  el viejo volvió a sonreír por primera vez en años. Aquella noche el violinista dejó de tocar para siempre.

@Rdellector

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