sábado, 2 de agosto de 2014

Estoy aquí

Siempre tuve miedo a la muerte. Me atormentaba pensar que un día, sin previo aviso, dejaría de existir. ¿Cuánto tiempo?, me preguntaba. Para siempre, me respondía. Sin embargo, el concepto de para siempre me daba miedo, porque tiene principio, pero no final.

Recuerdo que pensaba en si todas aquellas personas a las que quise alguna vez me llorarían, me recordarían, o simplemente, se olvidarían de mí. Cómo nos asusta la soledad, el ser olvidados.

Ahora, cuando ya no estoy, descubro que algunas de esas personas me han desterrado de sus mentes como si nunca hubiera existido y me estremezco. Sin embargo, no son ellos los que han muerto. Es ley de vida.

Pero sé que hay otras personas que no han podido olvidarme. Tú, que estuviste a mi lado más tiempo del que puedo recordar, me recuerdas cada día, cada hora, cada segundo. Te veo sentarte frente a la ventana y revivir aquellos momentos juntos. El viaje a Venecia; el café de los domingos por la mañana en el bar donde nos conocimos; nuestras cenas de los viernes a las luz de dos velas acompañadas de una buena botella de vino y el crepitar del fuego de la chimenea en las frías noches de enero.

Me siento a tu lado y te acaricio la mejilla. Me sorprendo al descubrir que te estremeces cuando te toco, y aunque no puedes verme, me consuelo al pensar que al menos, puedes sentirme. Sonrío. Pero tus lágrimas comienzan a brotar por tus mejillas y me pongo a llorar contigo. Ojalá pudiera decirte que estoy sentado a tu lado. Ojalá pudiera abrazarte.

- Estoy aquí - te digo, pero tú no puedes escucharme.

Por la noche, a menudo me tumbo a tu lado en la cama y veo como te devoran las pesadillas. A media noche te despiertas hastiada por el mal descanso y en medio de la oscuridad la única luz que te alumbra es la de tu cigarrillo encendido.

-¿ Estás ahí?, le preguntas a la nada, y la única respuesta que recibes es la del maullido del gato que compramos cuando apenas tenía un mes. Él me mira a los ojos. Creo que él si puede verme, y se acerca a ti y se sube en tu regazo como queriendo apaciguar tu dolor.

Enciendes la lamparita del salón y te pones a ver nuestras fotos antiguas. Es el único momento en el que te veo sonreír. Coges la manta y te tumbas en el sofá rodeada de las instantáneas de nuestra vida, y cuando el cansancio empieza a vencerte, ya es casi de día.

Veo como cada día estás más delgada y pienso cuando acabará tu dolor. Cuando dejarás de sufrir. Ahora me doy cuenta de lo egoísta que fui en vida al querer que todos aquellos a los quise no me olvidaran nunca. Ahora me doy cuenta de que lo único que desearía en este momento, es que pudieras pasar página y seguir con tu vida.

@rdellector

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