En enero Movistar + estrenó
una de las series más ambiciosas de nuestro país, La Peste, un peliculón de seis capítulos y con un presupuesto de 10
millones de euros para contar la historia de Mateo, un hombre perseguido por la
Inquisición por imprimir libros prohibidos. Mateo será apresado y, a cambio de su
libertad, deberá resolver una ola de crímenes que azota la Sevilla del
siglo XVI. Para el personaje principal se apostó por un rostro desconocido,
hasta ahora, para el gran público, Pablo Molinero, que sorprendió por su
magnífica interpretación. Apunten su nombre porque, a partir de ahora,
escucharemos hablar mucho de él.
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¿Recuerda
cómo vivió el momento en el que supo que iba a ser el protagonista de la
primera superproducción de Movistar?
En
realidad no lo pensé en esos términos, sino creo que me hubiera impresionado
bastante más. Estaba muy ilusionado con la idea de trabajar con Alberto
Rodríguez y muy contento de entrar en un proyecto tan interesante como era el
de sumergirse en la Sevilla del dieciséis. Me encanta la historia, y por otra
parte, tan ambicioso por parte de Movistar como para hacerlo con todos los medios
necesarios para que quedara con la calidad necesaria. Me sentí feliz, y muy
afortunado, como cuando la vida te hace un regalo.
(C) Pablo Molinero |
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¿Cree
que era necesario este “despertar” de las series españolas? ¿Está naciendo un
nuevo tipo de espectador?
Sí,
todo evoluciona, y más en el campo audiovisual. A nivel internacional ya se
había dado este cambio de paradigma, este acercamiento de las series a una
realización más propia del cine. Hay un cambio en el tipo de espectador, más exigente
y con más experiencia, que además busca contenidos particulares; y también en
la forma de consumo, cada uno dentro de los horarios que le permita su actividad
y a un ritmo diferente dependiendo de cada cual, y eso de alguna manera lleva a
un cambio de formato.
Y todo
esto solo puede ser bueno. Un nuevo abanico de posibilidades, tanto para los
creadores y trabajadores del sector, como para los espectadores.
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Mateo
tiene un gran vacío existencial y se cuestiona todo el tiempo el mundo que lo
rodea. ¿Usted también tiene esa mirada existencialista ante la vida?
Hay
parte de la melancolía del personaje de Mateo que comparto, una cierta
insatisfacción vital inherente al ser humano y a lo efímero de su existencia. Quizás
la diferencia es que yo me esfuerzo más que Mateo por contrarrestarla con las
cosas buenas que nos brinda la vida, soy más positivo y optimista que él.
También
nos unen esas ganas de exprimirle a la vida hasta la última gota de jugo. Creo
que la gran diferencia es que Mateo es mucho más inteligente que yo.
"Aquello que nos supone un mayor reto es lo que al final nos produce más placer."
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¿Qué
ha sido lo más complejo de interpretar a un personaje como Mateo?
Llevar
siempre esa losa existencialista que lleva Mateo interiormente que no le
permite ni relajarse ni disfrutar en ningún momento, que a la vez, es lo que lo
define como personaje, y que por otra parte, también ha sido lo más bonito de
encarnar. Aquello que nos supone un mayor reto es lo que al final nos produce
más placer.
También
ha sido complejo conservar y respetar de manera lógica el viaje interior del
personaje teniendo en cuenta que el rodaje ha durado cuatro meses y se ha
rodado desordenadamente, por localizaciones. Menos mal que Laura Albea, script
y mil cosas más, estaba allí para recordarme la diferente gradación del estado
anímico en cada secuencia.
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La
religión, el maltrato infantil, la corrupción, el poder, la indigna vida de las
mujeres son algunos de los temas que se tratan en la serie. ¿No escarmentamos?
No.
Este reflejo tan exacto entre las dos épocas es, por un lado, lo más sublime de
la serie, pero por otro, es también lo más triste. Han pasado cinco siglos y
hemos evolucionado técnicamente, pero como especie seguimos sin evolucionar, el
hombre sigue siendo su mayor enfermedad. Ese lado oscuro de la humanidad que
refleja La Peste sigue totalmente vigente hoy en día. Es quizás el regusto
amargo que te deja la serie. Realmente
acabas pensando como Mateo, “Nada nuevo bajo el sol.. La triste confianza en el
futuro. El hombre”
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Usted
ha desarrollado gran parte de su carrera en el teatro. ¿No se le había presentado
la oportunidad o hasta la llegada de
Mateo no le había llegado un personaje que le interesara?
La
verdad es que llevo dedicado plenamente al teatro y a Loscorderos.sc, la
compañía de la que formo parte, el grueso de mi carrera. Ha sido una coincidencia
múltiple el que yo haya hecho el personaje de Mateo. Por un lado, Eva Leira y Yolanda Serrano, las directoras
de casting, me buscaron directamente para hacer la prueba, por otro, yo estaba
en un momento vital de cambio, en el que profesionalmente dejé de estar
centrado solo en la compañía y empecé a buscar otras experiencias
profesionales. También he sido padre hace poco. Y además de ello, un par de
estrellas se alinearon para que todo saliese bien.
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Ya
se ha confirmado que habrá una segunda temporada de La Peste. ¿Volverá Mateo a
Sevilla? ¿Puede adelantar algún detalle?
Sé
lo mismo que sabe cualquiera que haya visto la primera temporada. Que voy en un
barco camino del Nuevo Mundo, que el único mundo que conozco es el que dejo
atrás y, que en realidad, no pertenezco a ninguno de los dos.
"El teatro es cada vez más una herramienta de entretenimiento, en vez de un lugar de explosión, de viaje, de reflexión crítica"
(C) Pablo Molinero |
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Usted,
se ha desarrollado profesionalmente en el teatro, pero ¿lo abandonaría por la
televisión o el cine? Se ha convertido usted en el actor del momento…
Siempre
me ha gustado el trabajo con la cámara, y la adrenalina del cine, que aunque es
diferente a la del teatro, existe y engancha igual. He hecho algunos trabajos
audiovisuales, sobretodo al principio de mi carrera, pero no la centré en esa
dirección. Siempre pensé por lo tanto, que haría cine en otra vida, que en ésta
ya no me daba tiempo. Y ahora gracias a LaPeste, quizás tenga esa oportunidad.
No
tengo ningún problema con el formato, cine, teatro, o lo que surja, ni siquiera
con el rol, actor, director… mi compromiso interno es con la calidad. Intento,
y me gustaría que así siguiera siendo, estar en proyectos que me gusten. En ese
sentido, si ahora tengo la oportunidad de participar en proyectos audiovisuales
que me atraigan, desde luego que voy a aprovechar el momento. Pero no se trata
de abandonar nada, sino de seguir aprendiendo. Se trata de sumar.
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Usted
ha dicho que el teatro “no se puede tratar como una tendencia de moda”. ¿Cómo
cree que es el teatro actual y cómo cree que debería ser?
No
me atrevería a decir cómo es. Pero sí que me atrevería a señalar algunas de sus
carencias. Creo que en general sigue anclado en referentes antiguos. Hay poco espacio
para una evolución real en la producción y en el consumo de un teatro
verdaderamente contemporáneo, algo que no pasa con la música, donde conviven la
electrónica con el pop, la música clásica, el punk o el ruidismo. Todos tienen su espacio.
Creo
que no hay suficiente voluntad por parte de las instituciones de impulsar y
comprometerse con un teatro diferente al teatro convencional de texto. Y así es imposible que el espectador conozca
y aprecie otro tipo de teatro. Estamos en manos de los programadores, que creen
saber qué le gusta y qué no le gusta a su público, y que con sus programaciones
lo están acostumbrando a un tipo de teatro muy concreto, lo forman, en el mundo
del entretenimiento la mayoría de las veces.
Nosotros
por ejemplo con Loscorderos.sc, la compañía de la que formo parte, hacemos un
teatro con una implicación física importante, intentamos romper con la
jerarquía del texto y nos alejamos de una narración psicológica y temporal al
uso en pos de indagar en lo que no conocemos de nosotros mismos, nuestra parte más animal. En resumen, lo que nosotros denominamos teatro
bastardo. El circuito para este tipo de teatro en España es cada vez menor. Los pocos teatros o festivales que intentan
salirse de lo convencional cada vez son menos,
y un festival cierra, no nos engañemos, por directrices políticas. El
teatro es cada vez más una herramienta de entretenimiento, en vez de un lugar
de explosión, de viaje, de reflexión crítica. No se trata de que desaparezca el
teatro convencional, sino de que conviva de manera real con otras formas
escénicas.
Y
por otro lado, el supuesto teatro contemporáneo peca de rupturista con una
tradición y una técnica que la mayoría de las veces desconoce. El objetivo se
convierte en romper con lo establecido, de manera anecdótica y superficial
muchas veces, en vez de construir algo diferente. Pienso que hay una voluntad
inconsciente de alejarse de la belleza.
Mi
sensación es que aún estamos demasiado obsesionados por la palabra. Hace falta
un contagio más profundo entre las artes para pasar a otra etapa, pero sin
perder su origen ritual, lo visceral, lo animal.
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